En la
abstracción de la fantasía burda en la que el borracho viaja
se esconde más de un secreto desconocido por el propio portador del delirio.
se esconde más de un secreto desconocido por el propio portador del delirio.
Es dulce,
amargo, brillante y luminoso. Puede prenderte en llamas, así como consumirte
tal como fuego que prende antorcha al tabaco que fuma el extraño hombre de la
casa abandonada.
Este atado,
es sucio y viejo, así como su misma víctima del placer culpable. Y cabría poner
comillas al efecto del veneno que uno mismo pone en su copa.
El humo se
expande por toda la zona, impregnada en el olor de la tierra mojada tras la
lluvia que más de uno podría matar por beber.
Que riega
una pequeña y frágil planta, que sus tallos contra la tierra se prenderán,
siendo una consecuencia directa del objeto misterioso que como en un ruido
silencioso arderá y torturará al ser vivo.
Pero en esta
locura ¿qué lugar ocupa el espectador, que intrigado mostrará su compasión a
los involucrados en la tragedia diaria de una mañana dominical?
Dichoso sea
el que sienta tentación a huir de un infierno en vida que posiblemente el mismo
provocó, y que, solo para sí, él mismo acabe.
Y
volveríamos al comienzo, transformándose este cuadro en un ciclo, puesto que el
embriagador secreto permanecería como falso, real y oculto a la vez, tirando al
hombre en la calle, bajo la lluvia, en un remolino de colores que colapsan y se
mezclan, para transformarse en una masa homogénea que irá directo al horno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario